MR. X
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He aquí la leyenda de los Melodryn, el pueblo cantor. Habitantes de un continente perdido donde torres crecían hacía el cielo siendo tocadas por el viento que se filtraba por sus galerías y recovecos, creando así, melodías que lo impregnaban todo. Para ellos la música era el lenguaje de los dioses, sus ciudades estaban diseñadas para resonar como gigantescos instrumentos de viento. Su lenguaje y antiguos relatos estaban basados en tonos musicales, y transmitieron sus conocimientos en extrañas piedras giratorias cuya sabiduría se podía extraer con las espadas de sus guerreros.

Uno de esos relatos es el de Symphorax, el gigante de las estrellas, que sostiene la espada Vibranthorn, cuya punta, da forma al mundo de los Melodryn a medida que este va girando y flotando por el espacio, creando a su vez, todas las melodías del universo. Desde las canciones que se escuchan en los grandes festejos, las tímidas nanas que tararean las madres junto a las cunas, o las melodías que aún no han emergido de la mente de los compositores, todas proceden de Symphorax y su espada Vibranthorn. Dicen que dependiendo de la fuerza con la que Symphorax empuñe su arma, el mundo estará en paz y armonía o la violencia y estridencia lo gobernarán, y que algún día, Vibranthorn atravesará el disco destruyéndolo, cesando así la música para siempre. Queriendo retrasar ese final, los Melodryn intentaban tocar músicas con una precisión y belleza sublimes, con el propósito de agradar de tal modo a Symphorax, que este quisiese seguir escuchándolos en un bucle sin fin, logrando de este modo, el eterno ciclo giratorio del tiempo.

Algunas de estas melodías han sido aquí recopiladas y comentadas por Mr. X, recordad pues la importancia de estos textos, y que nunca cese la música.