El Dopplegänger Digital.
12/06/2025
Dopplegänger es una palabra alemana que significa "doble malvado", una versión negativa de nosotros mismos, que nos resta, que atormenta nuestra vida con su existencia, nuestro reverso tenebroso. Típico de algunos relatos del folclore alemán, pero también de obras modernas como "El extraño caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde", donde el innovador científico Dr. Jekill, elabora un brebaje que es capaz de transformar a quien lo toma en una versión de si mismo vaciada de virtudes, dejando tan solo sus cualidades más perniciosas, enfatizándolas hasta tal punto, que incluso se llega a alterar su aspecto físico. Hyde es un hombre de gesto malicioso y cuerpo contrahecho, el resultado del doctor Jekill experimentando consigo mismo. Hyde es el dopplegänger de Jekill.

El actor Richard Mansfield caracterizado como Jekill y Hyde en la primera obra de teatro basada en el libro
Esta idea del doble malvado, me ha servido para construir un paradigma de pensamiento que creo, puede ser de utilidad en nuestra sociedad posmoderna. En la actualidad, el desarrollo tecnológico ha permitido la creación de ese brebaje de ciencia ficción, y no ha surgido de la mezcla de ingredientes químicos, ni ha tomado forma en un laboratorio lleno de probetas y batas blancas, si no que está compuesto por sofisticadas micro piezas electrónicas y un sin fin de ceros y unos volando a gran velocidad hacia todas direcciones, y, además, viaja cómodamente en nuestro bolsillo. Eso es, lo has averiguado, el teléfono móvil es el artífice del Dopplegänger moderno ¿Suena extraño? Me explico:
A medida que vamos haciendo uso del móvil (o de cualquier dispositivo con acceso a internet), y en especial de las redes sociales, se va construyendo sin que lo percibamos una proyección de nosotros mismos, un modelo a nuestra “imagen y semejanza”. Ese tipo, ese “yo digital”, es el impostor. Las personas que tienen acceso a nuestras redes, van observando los “instantes” que subimos, ya sea en forma de video, foto, texto, etc. Y se van creando una idea mental de nuestra vida en base a ellos, por supuesto esta idea no es fidedigna, ya que le faltan los “interludios”, los espacios “en blanco” entre subida y subida, esos que componen nuestra vida real, nuestra narrativa. Es por ello que esa idea no es la de nuestra vida, si no la de nuestro “Yo digital”. Con cada post, con cada video, con cada comentario, alimentamos la existencia de “el otro”, le damos forma, vamos dotándolo de vida propia. Esta es la idea básica, hasta aquí nada verdaderamente alarmante, pero si profundizamos en ella, la cosa se pone fea, puede llegar el momento en que “el otro” adquiera tal magnitud, que el uso de las redes tenga el único propósito de alimentar su vida en detrimento de la nuestra.

Reproducción Prohibida, Magritte.
¿Te suena esto?: Estás en un concierto y hay cientos de personas grabando con sus móviles sin prestar verdadera atención a los músicos; estás frente a un paisaje hermoso y hordas de turistas tan solo quieren posar en la foto y pasar a la siguiente atracción turística. Llegados a ese punto, lo que está ocurriendo es que nuestra experiencia de vivir ha sido depredada por “el otro” , aquí ya no podemos hablar tan solo de un “yo digital”, si no del “Dopplegänger digital”, un parásito que succiona nuestra vida para dotarse de existencia. Tanto es así que las personas afectadas por este parásito, por este antagonista, intentan no solo otorgarles vida, si no que esta sea de la mayor calidad posible, es por ello que incluso intentan falsear a base de filtros, perspectivas y otras ilusiones ópticas el mundo material, para intentar “optimizarlo”. Las consecuencias de tener un parásito chupándonos nuestra vida son reales, afectan psicológica y físicamente a las personas que sufren su presencia, tanto es así que pronto aparece la sensación de vacío, de no estar viviendo, de que el tiempo pase sin contar con nosotros, de que te lo están robando, sabemos que hay otros factores, pero considerar este como uno más puede ser parte de la solución. Vemos a través de las redes sociales las vidas de otros Dopplegänger y pensamos en cómo hacer para mejorar la nuestra ¿Pero es la nuestra la que queremos mejorar o la de nuestro Dopplegänger? Creo que es una pregunta estupenda para hacerse uno mismo.

Ilustración para la novela "El Doble" de Dostoyevski, por Boris Sveshnikov.
Este paradigma de pensamiento, entender el uso de las redes sociales bajo esta premisa, puede ayudar a tomar consciencia del problema, establecer una división clara entre el “yo” y el “él”, nos devuelve la identidad, la singularidad (Tatulyan), un primer paso para declararle la guerra y vencer. En la actualidad hay una tendencia completamente absurda a pensar que, si no hay testimonio digital de tu presencia en alguna parte, en algún momento, es que no estuviste, no lo viviste, con este ejercicio intelectual, nos damos cuenta de que es precisamente sin testimonio digital cuando se suele estar más presente, ya que al no haber alimentado la vida de nuestro Dopplegänger, no nos han robado la nuestra.
El proceso para derrotarle es normalmente progresivo, hay que luchar contra la adaptación que nuestro cerebro ya ha hecho a darle vida, contra la tendencia, contra el miedo a perderse algo, contra el condicionamiento capitalista, al cual favorece la existencia de nuestro enemigo. Pero se puede, creedme, yo lo sé. Encerrar al Dopplegänger en una caja muy pequeñita es posible, acallar sus gritos y berrinches, silenciar sus pataletas, obviar sus deseos. Después te puedes subir sobre ella, respirar hondo y mirar tu realidad sin filtros, el horizonte tendrá unos colores más hermosos, simple y llanamente porque son reales. La vida en general ya es de por si complicada, creo que merece la pena pelear al menos, porque sea real y sobre todo nuestra.